jueves, septiembre 01, 2005
Del desastre a la incompetencia: Nueva Orleans | Autor/a: R. Senserrich
Lo que está pasando estos días tras el paso del huracán Katrina por el sur de los Estados Unidos es un ejemplo de la más soberana, absoluta, y total de las incompetencias. Hay bastante que criticar de lo que sucedió antes (ya he comentado algunas cosas, pero ha habido cierta falta de previsión) pero lo que ha sucedido después raya la estupidez congenita. Simple y llanamente, el estado de Lousiana está funcionando a un nivel que avergonzaría a una república bananera.
Aún así, de los desastre ajenos podemos aprender cosas sobre el comportamiento de los individuos en situaciones extremas.... Veamos.
Una cosa es que las medidas de prevención contra un huracán absolutamente gigantesco se queden cortas. Por mucho que se intente, a veces la naturaleza gana. No hay demasiado que hacer. Lo que es sencillamente impresentable es que cuatro días después del paso del huracán, la ciudad de Nueva Orleans esté llena de saqueadores, el estado de Louisiana se ha demostrado incapaz de evacuar a la gente que se quedó atrás en la ciudad hasta hoy (y ni siquiera una quinta parte), haya como mínimo decenas de cadáveres flotando o apilados por la ciudad, y no se tenga ni puñetera idea de cómo reparar los diques.
Si esto es malo, puede ser peor. Para empezar, el departamento de policía, como tal, ha dejado de existir. Es más, no pocos policias han estado saqueando alegremente centros comerciales y tiendas. No han llegado víveres (¡cuatro días después!) a muchos de los refugios habilitados. Ha habido gente asaltando y saqueando hospitales, mientras los pacientes se los trasladaba a plantas superiores. Gente incluso disparando a los helicópteros de evacuación.
¿Seguridad? Con la policia pasando de todo, y los pobres soldados de la guardia nacional en números raquíticos (muchos efectivos están en Irak) y con pocas ganas de liarse a tiros con civiles, hay barrios de la ciudad donde los equipos de rescate han debido retirarse, ya que quien no recibía ayuda los tiroteaba.
Lo dicho, una verbena. De todo esto se pueden aprender dos cosas. Primero, que los estados del sur del país son los más pobres por algo; sencillamente, la administración no ha funcionado. Perder el control de la policía, no tener ni un solo plan de contingencia para nada, y ser absolutamente incapaz de ayudar a la población tras un desastre que se sabía posible desde hace décadas y con una tormenta prevista con una semana de antelación dicho mucho del desastre organizativo reinante. El gobierno federal ha sido el primer sorprendido de la magistral incompentencia reinante; los mandos militares ni se creían que tenían que actuar como si estuvieran en Mogadisho.
Segundo, y todavía más importante, no importa de qué país se trata: si el estado dimite en su tarea de garantizar el orden y proteger a los ciudadanos, las cosas se van a la mierda igual en todos sitios. Tras la tormenta (que recordemos, no dió a Nueva Orleans de lleno) las autoridades se mostraron paralizadas totalmente, y cuando los diques se empezaron a romper (el martes, y el huracán pasó el domingo por la mañana) tardarón horas en entender qué pasaba. Cuando se dieron cuenta, la ciudad ya se había convertido en Mad Max 4.
Debería quedar claro, por tanto, que cuando la gente en lugares como Bagdad o Grozny se pone a hacer el bestia no es porque sean tontos, bárbaros sin cerebro o carecen de la refinada civilización de occidente. Es sencillamente porque el ser humano, si se le deja con dos pistolas y sin que nadie lo vigile, tiene una propensión a hacer el cretino en todas partes. Cuando el estado fracasa y se muestra incapaz de garantizar el orden, el caos aparece en todas partes.
Es el país más poderoso del mundo, sin duda. Pero la diferencia entre regiones es inmensa. La bella, pobre y corrupta Nueva Orleans es (era) otro mundo, visto desde aquí el Noreste. De todos modos, la próxima vez que nos exclamemos de descordinaciones y desastres, debemos tener en mente lo mal que pueden llegarse a hacer las cosas...
Aún así, de los desastre ajenos podemos aprender cosas sobre el comportamiento de los individuos en situaciones extremas.... Veamos.
Una cosa es que las medidas de prevención contra un huracán absolutamente gigantesco se queden cortas. Por mucho que se intente, a veces la naturaleza gana. No hay demasiado que hacer. Lo que es sencillamente impresentable es que cuatro días después del paso del huracán, la ciudad de Nueva Orleans esté llena de saqueadores, el estado de Louisiana se ha demostrado incapaz de evacuar a la gente que se quedó atrás en la ciudad hasta hoy (y ni siquiera una quinta parte), haya como mínimo decenas de cadáveres flotando o apilados por la ciudad, y no se tenga ni puñetera idea de cómo reparar los diques.
Si esto es malo, puede ser peor. Para empezar, el departamento de policía, como tal, ha dejado de existir. Es más, no pocos policias han estado saqueando alegremente centros comerciales y tiendas. No han llegado víveres (¡cuatro días después!) a muchos de los refugios habilitados. Ha habido gente asaltando y saqueando hospitales, mientras los pacientes se los trasladaba a plantas superiores. Gente incluso disparando a los helicópteros de evacuación.
¿Seguridad? Con la policia pasando de todo, y los pobres soldados de la guardia nacional en números raquíticos (muchos efectivos están en Irak) y con pocas ganas de liarse a tiros con civiles, hay barrios de la ciudad donde los equipos de rescate han debido retirarse, ya que quien no recibía ayuda los tiroteaba.
Lo dicho, una verbena. De todo esto se pueden aprender dos cosas. Primero, que los estados del sur del país son los más pobres por algo; sencillamente, la administración no ha funcionado. Perder el control de la policía, no tener ni un solo plan de contingencia para nada, y ser absolutamente incapaz de ayudar a la población tras un desastre que se sabía posible desde hace décadas y con una tormenta prevista con una semana de antelación dicho mucho del desastre organizativo reinante. El gobierno federal ha sido el primer sorprendido de la magistral incompentencia reinante; los mandos militares ni se creían que tenían que actuar como si estuvieran en Mogadisho.
Segundo, y todavía más importante, no importa de qué país se trata: si el estado dimite en su tarea de garantizar el orden y proteger a los ciudadanos, las cosas se van a la mierda igual en todos sitios. Tras la tormenta (que recordemos, no dió a Nueva Orleans de lleno) las autoridades se mostraron paralizadas totalmente, y cuando los diques se empezaron a romper (el martes, y el huracán pasó el domingo por la mañana) tardarón horas en entender qué pasaba. Cuando se dieron cuenta, la ciudad ya se había convertido en Mad Max 4.
Debería quedar claro, por tanto, que cuando la gente en lugares como Bagdad o Grozny se pone a hacer el bestia no es porque sean tontos, bárbaros sin cerebro o carecen de la refinada civilización de occidente. Es sencillamente porque el ser humano, si se le deja con dos pistolas y sin que nadie lo vigile, tiene una propensión a hacer el cretino en todas partes. Cuando el estado fracasa y se muestra incapaz de garantizar el orden, el caos aparece en todas partes.
Es el país más poderoso del mundo, sin duda. Pero la diferencia entre regiones es inmensa. La bella, pobre y corrupta Nueva Orleans es (era) otro mundo, visto desde aquí el Noreste. De todos modos, la próxima vez que nos exclamemos de descordinaciones y desastres, debemos tener en mente lo mal que pueden llegarse a hacer las cosas...