martes, agosto 30, 2005

De huracanes y la mano del hombre | Autor/a: R. Senserrich

Aunque parezca mentira, no hablaré del cambio climático, como seguro que alguno se debe estar temiendo. Es posible que hay influido en el desastre que ha creado el huracán Katrina en el sur de los Estados Unidos (la mayor temperatura del agua provocando un incremento de la fuerza de la tormenta) pero no hay evidencia sólida para ello; los huracanes son un fenómeno muy complejo.

Sí que me referiré a otros elementos donde la mano del hombre no sólo es clara si no que además es deliberada, y que han acabado por empeorar las cosas en Nueva Orleans (que va camino de ser la Atlántida unos meses) y alrededores de mala manera. También hablaré de algo que se conoce poco, geografía económica, y por qué diablos hay gente viviendo allí abajo.

Como señala el excelente artículo del New York Times de hoy, Nueva Orleans es un ejemplo claro de las tremendas incomodidades y penurias que el hombre está dispuesto a soportar con tal de hacer dinero. La ciudad estaba cuando se fundó en un jodido agujero, en la desembocadura de un río, rodeada de insalubres marismas y expuesta a horribles huracanes e inundaciones. Claro, también era un puerto de entrada excelente al continente... y allí creció la ciudad.

El problema, que se conoce desde hace mucho tiempo, es que la misma existencia de la tierra donde se asienta Nueva Orleans depende de los sedimentos que el río Missisipi trae durante las inundaciones... y también su protección contra los huracanes. En otras palabras, o se ahogan periódicamente cuando el río se sale de madre, o se exponen al mar embravecido. Conscientemente, a base de diques, barrreras y una destrucción consciente del delta y sus marismas (por el control de las inundaciones y la urbanización) Nueva Orleans ha quedado por debajo del nivel del mar, sin pantanos que la protejan, y dependiendo de frágiles diques para su supervivencia. La mano del hombre la construyó, el hombre trata de defenderla, y la naturaleza reclama lo que era suyo de nuevo.

La pregunta evidente es, claro está, qué narices hace gente viviendo en ese agujero. La respuesta es sútil, y se deriva de lo dicho arriba: dinero. Una vez la ciudad se establece allí y no en otro sitio, las infraestructuras y oportunidades de negocio se concentran en ella. Las ciudades existen por su capacidad para disminuir costes, y el hecho que Nueva Orleans estuviera en el mejor sitio para hacer negocios en el siglo XVIII hace que se tienda a continuar viviendo allí, incluso cuando los beneficios de su situación se han visto superados por su precaria supervivencia. Sencillamente, es donde está la gente concentrada, donde hay el nudo de carreteras, el puerto y los hoteles; el riesgo aumenta, pero los costes son más bajos que en zonas vacias menos expuestas. Y cuando aparece petroleo, la situación central de Nueva Orleans asegura su permanencia.

Ahora, tras el huracán, queda saber qué sera de esa zona, de las más pobres de Estados Unidos. Aunque parezca mentira, ya hay tal cantidad de dinero invertido en el tejido de la ciudad y sus infraestructuras, que es muy probable que no haya más remedio que hacerla en el mismo sitio para que salga a cuenta, es decir, reconstruirla. Esta vez, por eso, los pantanos, islas y delta del río quizás sean de nuevo tenidos en cuenta.



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