lunes, agosto 22, 2005
La imposición de Dios en España. Por Romeu de Tabarca | Autor/a: Jessica
Otra de colaboraciones. Siguiendo con el tema acerca de la religión en la escuela, la religión en casa, etc. Romeu de Tabarca me hace llegar (a muchoquedecir@gmail.com) un encendido post sobre lo que opina acerca de la actitud de la Iglesia y de los poderes públicos con respecto a los niños, que él considera deben estar protegidos de toda intoxicación religiosa hasta la edad adulta, hasta el momento en que puedan decidir por sí mismos.
Si bien no comparto algunas de las encendidas críticas que realiza, otras sí las asumo, pero ésta vez, al ser un texto mucho más cerrado, me reservo el espacio de comentarios para realizar mis aportaciones personales. Aquí les hago llegar el texto íntegro, tal como el autor me lo ha hecho llegar a mí.
Parece cuanto menos razonable que creer en un dios, en varios, o en ninguno, debería ser un acto de libre elección. En efecto, la libertad de conciencia no sólo es un derecho humano, sino que la DUDH viene a declararla como “la aspiración más elevada del hombre”.
Sin embargo, en España se impone un dios concreto (el judeocristiano claro está) y el ideario establecido por los que se autoproclaman ministros de Dios (!!!) a omnes homines: Acabado de nacer uno/a, cuando apenas balbucea media palabra, se le inscribe en el registro de católicos (recuerdo que, según los evangelios, Jesús no fue bautizado por Juan hasta bien adulto). Pero el registro nominal de la criatura no es suficiente. Hay que hacerla católica por narices. Así, a los 6-7 años (!!!) (si no estoy mal informado) se lleva al niño a que le inculquen el catecismo de la Iglesia Católica durante un periodo de 2 años (!!!); “casualmente” durante el periodo que el niño pasa —o debería pasar—del estadio mental animista-finalista-creacionista (consciencia similar a la religiosa…) al materialista-causalista-naturalista. Eso es: antes de que pueda aparecer el pensamiento racional hay que incrustarle la creencia en dios, en los ángeles, en la virgen María y demás “historietas”… A los 9 años se le hace comulgar (!!!). Como suena. Algunos lo celebran por todo lo alto: ¡el niño ha comulgado!: comilonas, trajes, perfumes, champagne, hipocresía, fotos en los escaparates… (la exposición de estas fotos me causa la misma impresión que, creo, me causaría una exhibición de fotografías de un ritual de ablación de clítoris…). Y todo eso si el niño tiene suerte de no ir a parar a un colegio católico… Entonces ya… Sin palabras.
Pero si uno/a, con el estudio y la reflexión, consigue quitarse de la cabeza al dios que le metieron durante la infancia (y todo lo que conlleva: pecados, ángeles, vírgenes parturientas, etc.), los misioneros públicos (concejales, alcaldes, diputados, ministros, demás dignidades clericales y el REY) se encargan de metérselo por otra parte… Ejemplos: la cruz en lo alto de la montaña de CULLERA, imponiendo simbólicamente el cristianismo a todos los cullerenses (Señores CONCEJALES: ¿No les da vergüenza?); alcaldes comulgando y procesionando en los actos católicos como si de feligreses se tratara —y por lo tanto, como representantes de todos, imponiendo el catolicismo a todos—; o el REY, comenzando con estas palabras el discurso que dirigió a los huesos de la Catedral de Santiago de Compostela: “Señor Santiago: En nombre de todos los españoles…” Para mí eso es, —además de una real payasada (y lo digo con respeto hacia la persona)— imponer el catolicismo a todos los españoles o retirar oficiosamente la nacionalidad española a los no cristianos. Pero aquí —y esto es otra—, no tenemos más opción que resignarnos. Un ciudadano francés, por ejemplo, puede elegir a su Jefe de Estado (y llegar a serlo), pero un español, a menos que sea Borbón, no…. “Democracia” la nuestra…
En fin, pienso que el adoctrinamiento infantil (y el clericalismo de Estado) debería estar prohibido por Ley. De la misma manera que se protege al menor contra abusos sexuales y mutilaciones físicas, se lo debería proteger contra abusos mentales. Eso no quiere decir que haya que aislar al niño del hecho religioso, en absoluto. Pero se comprenderá que el bautismo, la catequesis y los colegios católicos (y el clericalismo de Estado) no son el mejor ejemplo de respeto a la libertad de conciencia.
Romeu de Tabarca
Si bien no comparto algunas de las encendidas críticas que realiza, otras sí las asumo, pero ésta vez, al ser un texto mucho más cerrado, me reservo el espacio de comentarios para realizar mis aportaciones personales. Aquí les hago llegar el texto íntegro, tal como el autor me lo ha hecho llegar a mí.
Parece cuanto menos razonable que creer en un dios, en varios, o en ninguno, debería ser un acto de libre elección. En efecto, la libertad de conciencia no sólo es un derecho humano, sino que la DUDH viene a declararla como “la aspiración más elevada del hombre”.
Sin embargo, en España se impone un dios concreto (el judeocristiano claro está) y el ideario establecido por los que se autoproclaman ministros de Dios (!!!) a omnes homines: Acabado de nacer uno/a, cuando apenas balbucea media palabra, se le inscribe en el registro de católicos (recuerdo que, según los evangelios, Jesús no fue bautizado por Juan hasta bien adulto). Pero el registro nominal de la criatura no es suficiente. Hay que hacerla católica por narices. Así, a los 6-7 años (!!!) (si no estoy mal informado) se lleva al niño a que le inculquen el catecismo de la Iglesia Católica durante un periodo de 2 años (!!!); “casualmente” durante el periodo que el niño pasa —o debería pasar—del estadio mental animista-finalista-creacionista (consciencia similar a la religiosa…) al materialista-causalista-naturalista. Eso es: antes de que pueda aparecer el pensamiento racional hay que incrustarle la creencia en dios, en los ángeles, en la virgen María y demás “historietas”… A los 9 años se le hace comulgar (!!!). Como suena. Algunos lo celebran por todo lo alto: ¡el niño ha comulgado!: comilonas, trajes, perfumes, champagne, hipocresía, fotos en los escaparates… (la exposición de estas fotos me causa la misma impresión que, creo, me causaría una exhibición de fotografías de un ritual de ablación de clítoris…). Y todo eso si el niño tiene suerte de no ir a parar a un colegio católico… Entonces ya… Sin palabras.
Pero si uno/a, con el estudio y la reflexión, consigue quitarse de la cabeza al dios que le metieron durante la infancia (y todo lo que conlleva: pecados, ángeles, vírgenes parturientas, etc.), los misioneros públicos (concejales, alcaldes, diputados, ministros, demás dignidades clericales y el REY) se encargan de metérselo por otra parte… Ejemplos: la cruz en lo alto de la montaña de CULLERA, imponiendo simbólicamente el cristianismo a todos los cullerenses (Señores CONCEJALES: ¿No les da vergüenza?); alcaldes comulgando y procesionando en los actos católicos como si de feligreses se tratara —y por lo tanto, como representantes de todos, imponiendo el catolicismo a todos—; o el REY, comenzando con estas palabras el discurso que dirigió a los huesos de la Catedral de Santiago de Compostela: “Señor Santiago: En nombre de todos los españoles…” Para mí eso es, —además de una real payasada (y lo digo con respeto hacia la persona)— imponer el catolicismo a todos los españoles o retirar oficiosamente la nacionalidad española a los no cristianos. Pero aquí —y esto es otra—, no tenemos más opción que resignarnos. Un ciudadano francés, por ejemplo, puede elegir a su Jefe de Estado (y llegar a serlo), pero un español, a menos que sea Borbón, no…. “Democracia” la nuestra…
En fin, pienso que el adoctrinamiento infantil (y el clericalismo de Estado) debería estar prohibido por Ley. De la misma manera que se protege al menor contra abusos sexuales y mutilaciones físicas, se lo debería proteger contra abusos mentales. Eso no quiere decir que haya que aislar al niño del hecho religioso, en absoluto. Pero se comprenderá que el bautismo, la catequesis y los colegios católicos (y el clericalismo de Estado) no son el mejor ejemplo de respeto a la libertad de conciencia.
Romeu de Tabarca