jueves, agosto 18, 2005

Dos voces: Asesinos y mentirosos y
¿Cuerpos de seguridad? Así no, gracias | Autor/a: Ernesto de la Serna


La policía británica inmoviliza a una persona que viajaba en el Metro y le dispara siete veces en la cabeza. No una, ni dos, ni tres: siete veces. Luego nos cuenta que se trataba de un presunto terrorista, del que se sospechaba que llevaba explosivos encima, que se había colado en el Metro saltando los tornos de acceso, y que había huido al dársele el alto. Habían hecho uso del permiso dado por las autoridades británicas para disparar contra cualquier persona de la que se pudiera sospechar que fuera a cometer un atentado suicida. A todos nos impactó la noticia, pero pensamos que era lógico que hubiera pasado así: con los atentados del 7-J muy recientes, con el riesgo real de nuevos ataques, y con la descripción de los hechos dada por la policía, parecía un error lógico motivado por una actitud más que sospechosa. Incluso pudimos pensar “a quién se le ocurre, en una situación así, actuar de esa manera”. Justificamos a la policía y echamos la culpa a la víctima.

Ahora hemos sabido que todo fue una burda mentira. La víctima no llevaba ninguna gabardina en la que camuflar explosivos, no se había colado en el Metro sino que había pagado religiosamente su billete, no huyó, por la sencilla razón de que nadie le había dado alto alguno, se sentó tranquilamente en el vagón, y eso fue lo último que hizo: la policía le inmovilizó y sin mediar palabra le disparó siete veces en la cabeza. En otras palabras: lo asesinó a sangre fría y con ensañamiento. Y luego mintieron a la opinión pública. A la más que controvertida “licencia para matar” se une otra que no consta que tuviera ni el mismísimo James Bond: la “licencia para mentir”.

Un cúmulo de despropósitos, cuya descripción sería de risa si no estuviéramos hablando de una vida inocente:

El inmigrante brasileño había sido confundido con Hamdi Adus Isaac, alias Osman Hussain, el terrorista detenido en Italia en relación con los atentados del 21 de julio. La policía recibió información de que uno de los terroristas se encontraba en un bloque de pisos de la calle de Scotia Road, al sur de Londres. Ése era el edificio del que salió De Menezes a las 9.30. Un policía estaba encargado de filmarlo con una cámara de vídeo para comprobar que la cara del sospechoso se correspondía con la del terrorista a quien buscaban. Pero al salir De Menezes, el policía estaba orinando. (...)
El equipo encargado de vigilarlo no iba armado, con lo cual, no pudo impedir que De Menezes entrara en el autobús. A las 9.50 el autobús llegó a las inmediaciones de la estación de Stockwell y De Menezes caminó tranquilamente hacia ella. Los agentes especiales de la unidad S019 de Scotland Yard, que habían tomado ya el mando de la operación, deberían haber impedido la entrada del sospechoso en el metro. Pero no lo hicieron.
A partir de ahí, todos sus pasos fueron grabados por algunas de las más de cuatro millones de cámaras de circuito cerrado que hay en la ciudad de Londres. A las 9.55 De Menezes se encontraba al pie de un ascensor. Su tren llegaba y echó a correr hacia el vagón. Miró a la izquierda, después a la derecha y se sentó frente a un pasajero que presenció cómo lo mataron.

Resumiendo la historia: una sucesión de cagadas propia de aficionados. Un policía meando mientras debía vigilar a un presunto terrorista. Un grupo de agentes ¡desarmados!, incapacitados por tanto para detener a cualquier sospechoso en la calle. Y por último, unos agentes “especiales” que no impiden la entrada del sospechoso en el Metro cuando podían haberlo hecho y esperan a que se encuentre dentro de un vagón, es decir, justo donde más daño podría hacer si realmente se hubiera tratado de un terrorista. Menudo ejemplo de eficiencia policial en la lucha contra el terrorismo.

Negligencia policial, seguida de burdas mentiras urdidas para justificar el asesinato de una persona inocente. Y cuando se descubre la verdad, todos a callar miserablemente.

Ernesto de la Serna



Desde Prometeo

Prometeo


Menezes, tras ser asesinado por la Policía ¿Qué clase de cuerpos de seguridad nos protegen? El agricultor Juan Martínez Galdeano, asesinado brutalmente de una paliza que le propinaron varios Guardias Civiles y un brasileño acribillado a balazos en Londres, son dos de los casos más significativos de algunos de los elementos que pululan por los supuestos cuerpos de seguridad del Estado español e inglés. Seguro, no son los únicos. Analicemos un poco cada caso.

El 22 de julio en Londres, Jean Charles de Menezes era tiroteado por un agente de la Policía británica en un vagón del suburbano londinense. En principio, todos pensaron en su vinculación con los atentados de 7-J y demás, luego se comenzó a dudar y finalmente, se descubrió que era un electricista honrado y trabajador. La versión oficial dada por Scotland Yard al respecto fue, que Menezes vestía un largo abrigo de invierno que podía hacer pensar que llevaba explosivos adosados a su cuerpo, que saltó las barreras de entrada y a la carrera se subió a uno de los vagones de metro que en ese momento llegaba a la estación. A pesar de los supuestos avisos de los agentes que le perseguían, no se detuvo y para prevenir un riesgo mayor, fue acribillado.

Bien, pues nada fue tal como la Policía afirmó. Ni llevaba un abrigo de invierno -era una chaqueta vaquera-, ni se saltó los tornos -usó un billete de uso común-, y no corrió hasta subir al tren -descendió las escaleras mecánicas hasta que tuvo que apresurarse para no perder el metro que se encontraba detenido en la estación-. Lo más horrible del caso, fue que cuando realmente se enteró de que la Policía lo perseguía, fue hacia los agentes sin mostrar ninguna clase de resistencia ni maldad, y, tras ser inmovilizado y cuando ni siquiera podía suponer peligro un supuesto cinturón de explosivos que llevara, se le asestaron ocho disparos (siete en la cabeza).

El 24 de julio, en la localidad almeriense de Roquetas de Mar, Juan Martínez Galdeano fue brutalmente apalizado en las dependencias del cuartel de la Guardia Civil. La versión oficial fue que había sufrido un paro cardíaco por la tensión del momento, la cual, no había podido resistir. Sin más que alguna reseña en diarios locales como suceso sin importancia, el cadáver fue entregado a la familia, y desde ese momento, la situación dio un vuelco tan inesperado como sorprendente.

El cuerpo presentaba fracturas, golpes, moratones, marcas, etcétera. Una brutal paliza era la causa de la muerte. A pesar de las evidencias, numerosos colectivos de la Guardia Civil han mostrado su apoyo a las prácticas de este tipo a la hora de reducir a un ciudadano. El corporativismo ha sido la seña de identidad a la hora de actuar por parte de los compañeros de los asesinos del agricultor.

A veces, parece que los delincuentes están a ambos lados. Con estas fuerzas de seguridad, no me siento seguro. Algún día, el Menezes o el Galdeano de turno, podría ser yo. O tú.


Isra, de Prometeo

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